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La UMH vuelve a demostrar su compromiso con la figura de Kapuscinsky invitando a Beata Nowacka, una de sus biógrafas más conocidas, a dar una charla sobre la figura del famoso reportero.
En la conferencia, que ha tenido lugar este 21 de noviembre, Nowacka consigue esbozar para los asistentes una panorámica del autor presentando su figura desde varios perfiles.
Más de cincuenta premios internacionales avalan la trayectoria del periodista polaco, pero a veces la profesión de un hombre llega a eclipsar otras facetas de su persona no menos interesantes.
La primera faceta que destaca la biógrafa es la de un hombre que convierte el periodismo en literatura. Hay quien dice que esta es una ardua tarea si no se es un gran escritor, un avezado alquimista de la palabra. Sin embargo, esta es la segunda faceta que destaca la profesora Nowacka. Como muestra de este dominio, cita “El emperador”, libro en el que kapuscinsky narra la revolución que expulsa a Haile Selassie de Etiopía. Quizás no sea extraño que historia, periodismo y literatura diluyan sus fronteras en esta composición: Kapuscinsky era historiador, si bien como apunta Nowacka “fue un historiador atípico porque no le interesaba examinar el pasado, sino vivir el presente, estar en medio de la Historia”. Pero para ser un testigo privilegiado de la historia, tal vez no sea suficiente con ser un historiador atípico, también se necesita ser un periodística atípico, un hombre atípico. Este desmarque de lo común lo muestra el autor en “La piel del reportero” donde cuenta cómo la revolución iraní fue encomendada a otro compañero suyo de redacción. Sin embargo, éste estaba angustiado ante su nuevo destino. Kapuscinsky se ofreció ante el jefe para sustituir al compañero. De esta experiencia se nutrirá para escribir “El emperador”, uno de los libros del autor recomendado por Nowacka. La biógrafa también recomienda “La guerra del fútbol”, donde narra cómo sorteando diferentes puestos de control para llegar a su destino es brutalmente golpeado e incluso rociado con benzina por rebeldes nigerianos.
A pesar de todo esto, el Kapuscinsky poeta escribió en uno de sus versos “la vida surge al penetrar en la profundidad”, utilizando como metáfora de la vida las raíces de los árboles: en la superficie mueren, pero en lo profundo de la tierra viven.
En su cuarta faceta, la de fotógrafo, quizás no tan conocida como algunas de las anteriores, también se puede palpar su sed de contar, de mostrar, de compartir. “En un país herido, lleno de negritud como es África” -explica Beata- fijó su objetivo.
De esa Africa sumida en la pobreza, que colecciona involuntariamente cicatrizes, Kapuscinsky nos acerca a imágenes de sus niños-soldados, sus árboles milenarios bajo cuya copa tienen lugar las reuniones sociales, o sus colinas ,testigos mudos e impotentes, como tanta parte de su población.
El polaco insistió en la empatía, como elemento indispensable para la profesión de periodista; si no tienes gente dispuesta a colaborar, no tienes información, materia prima indispensable en esta profesión. De esta empatía desarrollada por el reportero quizás surja la última faceta de la que habla Beata: Kapuscinsky como intérprete de otras culturas. “Yo estoy aquí para contar cómo vive esta gente, quiero ser la voz de los que no tienen voz” había expresado en alguna ocasión el reportero. Un traductor, a fin de cuentas, es el que transmite algo que otro no puede expresar.
Gracias a la intervención de Beata profundizamos en perfiles desconocidos de Kapuscinsky: el alquimista que convierte el periodismo en literatura, el escritor que derriba de un soplido las fronteras de los géneros, el poeta de carne y tinta, el atrapa-instantes, el diccionario traductor de culturas. Muchas facetas y un único hombre, o un hombre único: Ryszard Kapuscinsky.