El veneno del periodismo

El astuto Stephen Glass (Chicago, 1972) tiene la particularidad de ser conocido por su desdicha más que por sus logros. A mediados de los noventa comenzó a trabajar en el prestigioso semanario de análisis político The New Republic realizando labores de redacción. Su carisma, simpatía y perfil periodístico conquistaron a toda la plantilla de trabajadores, desde la secretaria hasta el director. Glass supo encontrar su hueco y ganarse la confianza de sus compañeros, y una vez superada esta barrera, comenzó a recubrir su cuerpo de lobo con una engañifa piel de cordero. Hasta el punto que infringió de manera reiterada el código deontológico periodístico: hizo uso de la mentira para hacer sus reportajes más atractivos. Pero, ¿sabía realmente el reportero que la mentira es el enemigo a batir en el quehacer periodístico? Sea como fuera, la mentira fue su aliada en 21 de los 47 artículos que publicó en The New Republic desde 1995 hasta 1998.

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La mirada de un fabulador. La mirada de Stephen Glass

Pero Stephen no contaba con la jugada de Forbes.com –medio nativo digital pionero en EE.UU–, especialmente del periodista Adam Penenberg, que investigó de manera exhaustiva el caso y supo sortear las barreras de principiante que Glass  le ponía en el camino. La careta de Glass iba poco a poco cayéndose. Ahora contaba con otro persecutor, su director Chuck Lane, quien iba pisándole los talones para aclarar el asunto e indirectamente para que Forbes no fuera sibilina con The New Republic cuando descubriera el quid de la cuestión. Pero la historia tornaba a su fin. Stephen fue cazado, sus mentiras tenían las patas muy cortas, y fue fulminantemente despedido.

La frustración de Tom por no conseguir atrapar a Jerry no ocurre en ‘El precio de la verdad, película dirigida por Bill Ray, donde Adam Penenberg cazó a Stephen Glass casi sin despeinarse. La investigación llevada a cabo por el experto en tecnología de Forbes, como si se tratase del juego del ratón y el gato, le sirvió para descubrir uno de los escándalos periodísticos más trascendentales en los Estados Unidos, gracias a una revisión milimétrica de todos los argumentos publicados en el artículo ‘Hack Heaven’. En este sentido, internet fue la herramienta clave para destapar la trama y desenmascarar al joven reportero, comprobando la existencia de la convención de piratas informáticos en Las Vegas, del gigante del software Jukt Micronics, así como de un hacker adolescente de trece años.

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‘El precio de la verdad’, bajo la dirección de Bill Ray, se estrenó en 2003

Un suceso bíblico narra que Jesucristo, en una de sus visitas a Jerusalén, encontró el Templo convertido en un auténtico mercado de abastos, donde varios comerciantes vendían bueyes, ovejas y palomas. Jesús, enfurecido, echó a todos de allí con acritud y les dijo: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado”. (San Juan 2, 13-16). Extrapolando este hecho al tema analizado, a excepción de las diferencias obvias, sucedió lo mismo: Lane echó a Glass in situ con una mano delante y otra detrás, prácticamente sin nada, solamente dejó llevarse de la redacción sus libros de Derecho. Esta carrera le ha dado una de cal y otra de arena, durante el tiempo de trincheras le evadió de las críticas que recibía, aunque le despertó los fantasmas del pasado cuando en 2003, 2008 y 2009 la Corte Suprema de Los Ángeles le suspendió los controles éticos fundamentales para ejercer la abogacía en Estados Unidos “ante la posibilidad de que pueda mentir sobre pruebas o testimonios”.

Conclusiones críticas:

Honestidad como regla universal. Un periodista debe llevar la honestidad por bandera. En una época donde la actualidad diaria revela casos de corrupción a por doquier y solamente basta con echar una ojeada al mapa para darse cuenta del alcance y magnitud que ha adquirido esta sinvergonzonería. Si algo debe quedar claro es que no vivimos en un mundo en el que todo vale, en él deben coexistir tanto las normas que reglan un territorio como los valores que dignifican a sus ciudadanos. Hay que ser consciente del trasfondo y el alcance que rodea a todo aquello que emitimos porque el talento y el funambulismo caminan parejos.

La credibilidad se consigue día a día. Como ocurre con otros valores como la confianza, cuesta mucho conseguirla y muy poco perderla. Es inevitable para ahuyentar un fantasma que sobrevuela siempre cualquier relación o comunicación, primando los intereses partidistas por encima de otros intereses. Así, no existe una receta infalible para resultar creíble, por ello hemos de trabajar duro y ganarnos a pulso el hueco que nuestro potencial requiere, desprendernos de los rumores y las mentiras, y primando la verdad como indicar en el desarrollo de las tareas periodísticas.

El periodismo no es ficción, es realidad. El cuarto poder se encuentra en un momento de debilidad. Poder, lo que se entiende como poder, no tiene, pero puedo recobrarlo. El hándicap: los terroristas de la palabra que destruyen sin importarle nada más que su propio yo todo aquello que gira alrededor del periodismo. Como los casos de Janet Cooke (artículo “El mundo de Jimmy”) o Jayson Blair (plagió e inventó noticias durante seis meses). Esos se apellidan sinvergüenzas. Son las típicas espinillas que aparecen justamente en el momento más inoportuno, que solamente salen, con perdón de la expresión, para joder, putear, incordiar… Ya está bien. Comencemos a ser leales, que no cuesta tanto.

La policía no es tonta. Esta popular frase se emplea para advertir a alguien que le has pillado cuando intentaba dar gato por liebre. Stephen Glass no contaba con el enunciado. El periodista de Forbes, reprendido por su jefe al conocer la existencia del ‘exclusivo’ artículo de The New Republic, se puso manos a la obra, cual agente policial, para encontrar sentido al estrepitoso evento. El tiki-taka de Glass y Penenberg, al estilo centra Messi y remata Cristiano Ronaldo, se saldó con el aplauso al especialista en tecnología y con el desierto profesional del chicagüense.

Quien tiene una fuente, tiene la noticia. Tanto la teoría como la práctica corroboran que un periodista sin fuentes de información no es nadie. La relación entre informador e informante es necesaria, dependiente y separada por el lugar que ocupa cada uno en la escala informativa. En este sentido, Albert Montagut sostiene que “el gran reto del periodista es que siga marcando la jerarquía editorial”, de esta manera se garantiza la viabilidad del oficio. No obstante, el reportero debe actuar como filtro de la información porque la responsabilidad periodística siempre ha de primar, porque es indiscutible la gran influencia que realiza en la formación de la opinión pública e incluso a la hora de tomar decisiones políticas.